Hay algo que siempre me ha fascinado, y es la facilidad de la gente de creerse cuanto le dicen. Con el paso del tiempo, este arte del engaño se fue trabajando, mejorando y puliendo, hasta denominarse politica.
Porque no nos engañemos: la mentira es la base de la política. Cuando se dice que no hay político honrado, es verdad, pero lo es porque es inevitable por definición.
¿Se imaginan a un político diciendo algo tal que así?:
Si salgo elegido, prometo que las grandes empresas seguirán gozando de privilegios por encima de cualquier otro, que los jubilados, puesto que son una lacra para la sociedad por no aportar nada y chupar del tarro, se dejarán de lado, que los impuestos subirán para que la totalidad de la población en conjunto permita a nuestro gobierno gozar de mayores ventajas, y que los sueldos bajarán permitiendo ahorrar más dinero a las grandes empresas, que lo invertirán en nosotros.
No, un político no nos dirá algo así, no nos dirá la verdad. Tiene que mentirnos, por una variopinta cantidad de motivos, pero que se reducen a una circunstancia: el dinero.
Un político tiene dinero y tiene poder, pero dado que en esta sociedad, que es capitalista, el poder se obtiene en tanto al dinero que se posee, es éste el que marca la diferencia. Y es lo que diferencia a la clase política del resto de personas, su poder. Ellos nos dirigen porque tienen capacidad para dirigirnos, porque es lo que conlleva su cargo. Cargo que sí, les otorgamos nosotros. Pero, ¿no lo hacemos a caso para que se encarguen de nuestro bienestar? ¿No es esa su ocupación? Y aún así, no podemos culparles. Porque, ¿cómo va a preocuparse por el bienestar de la, digamos, gente llana, quien no tiene preocupaciones ni problemas, porque todo lo tiene en su mano?
Vamos a explicarnos mejor. Y lo más sencillo es siempre ir a lo concreto.
Un presidente de gobierno vive para su pueblo, que le ha elegido: debe cuidar de él y mejorar su calidad de vida, porque ese es su trabajo. Pero ahí viene el principal problema, que es su trabajo. Recibe una insultante cantidad de dinero para hacer creer a la gente que la ayuda, mientras realmente se ayuda a si mismo y a quienes le rodean a mantener ese status quo, a seguir recibiendo esas ingentes cantidades mientras siguen controlando, mientras tienen poder. Y es que es por eso por lo que un político no puede ser honrado, porque su trabajo es no serlo, su trabajo depende de cuánto dinero y poder pueda amasar. Y mientras lo hacen, seguimos optando por la decisión de poner a políticos a cargo de las personas, cuando el trabajo de dirigir a los demás hacia un bien común, que por muy idílico que suene no olvidemos que sería su verdadera ocupación, debiera ser algo voluntario, no remunerado, solidario. Quien, o quienes, dirigen un país, una ciudad, o hasta un pueblo, debieran estar trabajando codo con codo con esos por quienes luchan, por quienes se desviven y por quienes toman las decisiones que toman. Deberían estar haciendo pan, arreglando coches, limpiando casas, cogiendo el autobús a diario pagando la cantidad que ellos mismos han impuesto, tomándose un café en cafetería de barrio rodeado de la gente que habla de las cosas que van mal, pidiéndole disculpas a su jefe por algo que ha hecho mal, o por llegar tarde. ¿Cómo puede dirigir un país, o un pueblo, una familia siquiera, alguien que no tiene que esforzarse por salir adelante, que no sabe lo que es trabajar duro, que ni se imagina lo difícil que puede ser llegar a fin de mes y sacar a flote un hogar?
Y más importante aún, ¿cómo podemos estar de acuerdo con que así sea? Porque no podemos olvidar nunca una cosa: si nos roban, si nos mienten, si nos llevan a una situación peor...hasta el que muramos, u otras personas mueran por, qué se yo, que la sanidad deje de ser gratis por poner un ejemplo totalmente ilusorio, no deja de ser culpa nuestra. Y desmentirlo es ser deshonesto, ser cobarde, lavarse las manos cuando las cosas van mal, culpando a otros. Esa gente solamente está ahí porque nosotros la hemos puesto ahí. Y el yo voté a otro no sirve para exculparse, porque ponemos nuestra fé en un sistema que falla por naturaleza, corrupto desde sus raices. Ponemos la fé en la democracia, hablamos de democracia real, y ni tan siquiera sabemos de lo que hablamos o a qué nos referimos. La democracia implica que lo que decida la mayoría es lo que se hará, aunque no sea lo correcto, aunque no mejore nada. La democracia implica que siempre habrá un grupo opositor, que siempre habrá discordancia, que no puede haber acuerdo entre todos. Confiamos en lo que nos han dicho, y olvidamos que lo que nos dicen es mentira. Y encima les culpamos. Es como si un panadero se quejase a su repartidor de que el pan está malo...pero el pan lo hemos horneado nosotros, y el repartidor solo se ha encargado de entregarlo.
No se trata de defender a los políticos, para nada. Porque está bastante claro que es una profesión que no hace falta y con la que hay que acabar. Pero el origen de todos los males que provoca está en nuestras malas decisiones, en nuestra incapacidad de tomar conciencia o reflexionar.
Y no contentos con darles dinero y, por tanto, poder, les hemos dado más aún, permitiendo que controlen la creación de leyes, la aplicación de las mismas, y el castigo de no cumplirlas. Qué pensaría Montesquieu si viese que sus ideas degeneraron en esto. Ahora que estamos metidos en temas tan candentes, ¿qué ha pasado con aquel mafioso oriental, cuyo dinero había que sacar a expuertas en carritos de la compra? ¿Qué ha pasado, o qué pasará, con quien hasta hace poco formaba parte de la familia real? A esa gente no se le aplican las leyes, por la sencilla razón de que gozan de dinero, y por tanto tienen más poder que ningún juez o jurado. Y eso es así porque hemos permitido que los poderes legislativo, ejecutivo y judicial recaigan sobre manos incompetentes. Incompetentes y corruptas. Esos poderes solo pueden residir en el pueblo, porque solo el pueblo puede saber lo que es mejor para él, y puedes pagar tres mil, o dos millones de euros a alguien para que tome esas decisiones, pero seguirán siendo equivocadas.
Y ahora habrá que pagar para entrar en juicio. Por lo tanto, si alguien se decide a robar, es mejor que robe todo a esa persona, que le robe hasta el último céntimo, que le robe el trabajo, su casa, su coche, todos sus recursos, que no le deje bien material que poder empeñar, ni amigo a quien pedir ayuda. Puedes robar la vida de una persona, porque si esa persona no tiene dinero no podrá acusarte de nada. Y sin embargo eso está bien, porque así se consigue más dinero para salir de la crisis. O eso nos han contado. En este caso, poca gente se lo ha creído, pero ya es irrelevante. Porque hemos creído previamente. Pobres ilusos.
El día que comprendamos que si todo el gasto que supone para un país mantener y asalariar a sus políticos se empleasen para el bien público, que nos demos cuenta de que la democracía discrimina a entre un 1 y un 49% de la población, que asimilemos que no hay sueldo justo para un político, porque cobrar por mentir y robar es inmoral, y que seamos capaces de ver que una nación no se dirige con dinero, sino con decisiones correctas y utilizando la razón, podremos evolucionar como civilización.
Esto ha sido la entrada de este primer Lunes de Febrero. La siguiente, como ya mencionamos en La Nueva España (I), la centraremos en el tema económico, que si bien lo hemos tocado aquí, ha sido en referencia al aspecto político únicamente. En algún momento de esta entrada se ha divagado un poco, pero de esto se trata este blog, de un pensamiento evolutivo, dinámico y cambiante. En ocasiones al comenzar un razonamiento, no se sabe ni cómo se terminará...eso es lo mejor de todo. Nos leemos el próximo Lunes.
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Facundo, qué sensibilidad social que tenés, sin ser político (por lo tanto sin remuneración) le estás quitando horas al descanso aportando tu granito de arena para mejorar el mundo. Equivocado o no lo tuyo es invalorable... y muy interesante la opinión sobre el voluntariado para dedicarse al 'gobierno'; todo aquel que cumple una función pública, jueces, diputados, senadores -no solo el presidente de un gobierno- está, a su manera, gobernando. Al menos mientras tengamos respeto por la división de poderes que preconizaba Montesquiu a quien muy bien mencionaste.
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