sábado, 12 de mayo de 2012

En busca de la felicidad


Yo soy... Tercera parte.

Recomiendo leer antes la segunda parte haciendo click aquí.
Sacrificio. Realmente, no es una palabra muy bonita. Se mire por donde se mire, viene a la mente una situación de sufrimiento. Y en parte es así, ya que un sacrificio implica la renuncia de un bien propio por una causa. Esta causa puede ser justa o no, aunque debiera serlo, pero lo que debe darse en todo caso es esa renuncia. Puede tratarse de renunciar a algo físico, como cuando tenemos un bien muy preciado por nosotros y lo entregamos a otra persona o entidad sabiendo que lo necesita más o simplemente por querer hacer feliz a la otra parte; o una renuncia a algo intangible. Éstas últimas suelen suponer un sacrificio por una causa, como por ejemplo renunciar a la apacible vida que tiene una persona en su casa con los suyos para irse a ayudar a gente más necesitada en países menos agraciados. También, suelen ser más dolorosas y más difíciles de acometer.

Hay gente que ha sacrificado incluso su vida por causas muy nobles. Otros lo han hecho por causas menos justas: muchos altos cargos nazis murieron por la causa de Hitler durante el Tercer Reich. Pero incluso en esos casos, la determinación, las agallas, el valor que hacen falta para un sacrificio de tal calibre es cuanto menos envidiable. No hay mucha gente que sea capaz de renunciar a tanto en pos de los deseos o sueños de otra persona. Un ejemplo claro sería la donación de órganos. Si bien no es pequeño el número de gente que dona sus órganos tras su muerte, aunque tampoco digo que sea el suficiente, es mucho, pero mucho menor el número de donantes en vida. Gente que desinteresadamente done un riñón, o una parte de su hígado, no es nada común la verdad. Y son sacrificios que ni tan siquiera se hacen a costa de la propia vida. Pero el dolor físico y mental que una acción de ese calibre puede acarrear echa para atrás a casi cualquier persona.

Es de entender pues que el sacrificio no sea algo muy recurrente en nuestra sociedad; pero solo hasta cierto punto. Porque entre dar la vida por alguien, y no dar ni un céntimo por nadie, hay un salto enorme. Me refiero obviamente a un céntimo metafórico: no ser capaz de renunciar ni a la menor nimiedad por el bien de otra persona, sea esta conocida o no. Para poner un ejemplo de un ínfimo sacrificio, tanto que casi ni lo es, pero que aún así poca gente, y rara vez, hace; ¿con cuántas personas os cruzais al día que os sujeten la puerta para que paseis primero? Sí, como sacrificio es una chufla, pero precisamente, si la gente no está dispuesta ni a algo como eso, ¿cómo esperamos que luchen, por ejemplo, los trabajadores por sus derechos hasta las últimas consecuencias? Hay que tener en cuenta que un sacrificio es un sacrificio, sea grande o pequeño, y que si no se está dispuesto al uno, tampoco al otro. De hecho, si no se está dispuesto a afrontar un sacrificio pequeño, menos aún a uno grande, que supondrá más esfuerzo.

El mayor problema, es que nos cuesta mucho renunciar a nuestro propio bien en favor del de otra persona. Creo que esto es algo que ya mencioné, en la primera parte de esta serie de entradas si no recuerdo mal. ¿Qué beneficio saca una persona sacrificándose por otra? En muchas, muchísimas ocasiones de hecho, la persona por la que uno se sacrifica no llega a saber nunca que alguien se ha sacrificado por ella. Quien se sacrifica no recibe ni un alago, ni una palmada en el hombro, ni un reconocimiento...nada. Su nombre cae en el olvido, su dedicación se desvanece con el viento. Qué poético me ha quedado esto. Y puede parecer un poco exagerado, pero es la verdad. ¿Sabéis eso que se suele decir que los auténticos héroes son personas anónimas? Soldados que mueren luchando por la justicia, bomberos que desafían a la muerte por salvar a otra persona...o simplemente, gente que da lo que sea necesario por ayudar a quien lo necesite. En cualquier caso, nunca, nunca se ha de buscar el reconocimiento cuando se trata de sacrificarse por algo o por alguien. Si no sale de uno, mejor no hacerlo, porque el gesto desinteresado pasa a ser un acto de egoísmo.

Es lo que pasa con la típica situación que siempre se plantea a alguien. ¿Qué haces si al ir a pagar en un sitio te dicen que el billete que tienes es falso? Siempre hay alguien que dice algo así como cuélaselo a otro, o qué crees, ¿que por dárselo al banco te van a dar una medalla? Pero por buscar la gloria y la admiración, han surgido asesinos como Richard Angelo, un enfermero que envenenaba a sus pacientes para después curárlos y quedar como un héroe. El único aliciente para sacrificarse por el bien de otra persona, es conseguir el bien para esa persona en sí mismo. ¿O no es su felicidad suficiente premio al esfuerzo dedicado a ella? Y si por lo que se lucha es por una causa, ¿no es lograr, o acercarnos a, el objetivo de la misma suficiente satisfacción? No todas nuestras acciones tienen que remitir en lograr nuestro propio bienestar. De hecho, es casi lo que menos debiera importar. Al fin y al cabo, aunque centrando tus acciones en el bien de los demás no puedas lograr un bien para tí mismo, si el resto actúa de igual modo, tú conseguiras el bienestar gracias a las acciones de los demás. Quid pro quo.

Al fin y al cabo, como ya dije ayer, humanidad sirve tanto para referir al conjunto de acciones de caracter bondadoso del ser humano, como para designar a la totalidad de la sociedad humana. Si para referirnos a ambas cosas usamos un mismo término, no es de extrañar que vayan de la mano. El Ser Humano necesita de la sociedad para realizarse como persona, y para lograr la felicidad. De esto se deduce que solo podemos lograr una plena felicidad si la logramos todos, como grupo, como iguales. ¿Cómo ser feliz cuando alguien con nuestras mismas facciones y rasgos está sufriendo día a día, cualquiera que sea el motivo de su sufrimiento? ¿Cómo puedo ser feliz sabiendo que hay alguien habitando el mismo punto en el universo que yo? Y aún más importante, ¿cómo puedo lograr que esa persona sea feliz, para serlo yo por inercia?

La respuesta, obviamente...la daré mañana. Porque ahora mismo estoy en una situación aún peor que la de ayer en cuanto a horas de sueño disponibles y demás. Creo que esta entrada no me ha quedado tan bien como esperaba, pero en cualquier caso, sigue sirviendo al propósito de llegar al final de este razonamiento, que creo llegará mañana, pero quién sabe. Las cosas se tuercen a veces, aunque en este caso, se torcerían para bien si consiguiese alargar más el contenido.

Así que nuevamente, buenas noches, y mañana seguimos.

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