lunes, 18 de febrero de 2013

La Nueva España (IV)

Siguen aumentando los despidos y aumentando el paro, hemos empezado a usar en el día a día palabras desconocidas antes de esta gran hecatombe, como ERE, y hablamos de grandes empresas como lo harían los corredores de bolsa.
Estamos en un momento en el que todos somos expertos economistas, no porque tengamos buenas ideas u opiniones, si no porque tenemos ideas mediocres, opiniones llanas, pero las expresamos entre un cúmulo de ellas, es decir, de burdas ideas, por lo que no desentonan en su calidad, y hasta parecen tener sentido.
Y no es necesariamente que nos sintamos atraídos por el tema económico, es que el tema viene a nosotros, ocupando primeras páginas y portadas, siendo el eje sobre el que se mueve todo telediario, etc. Sales a comprar el pan y acabas hablando de los políticos, te encuentras a alguien que no veías hace mucho tiempo, y el tema acaba siendo los impuestos...

El caso es, se mire por donde se mire, que actualmente todas nuestras vidas giran en torno a la economía, y por ende, al dinero. Por su ausencia o por su abundancia en bolsillos ajenos, es lo único que nos interesa. Ya no se habla ni de fútbol, porque incluso esas conversaciones tornan económicas cuando empieza a hablarse de los sueldos de esos pseudo deportistas, y no porque no hagan deporte, si no porque no les interesa el deporte. Vamos, que no lo hacen ni por asomo por vocación o por gusto, lo hacen por dinero. Y sí, todos: las cosas claras. El otro día salió la noticia de que un futbolista había donado, con un premio recibido de la UEFA, creo recordar que 100.000 euros a una ONG. Dejando a un lado que dudo que sea el mejor sitio donde llevarlo -habría que pedir ahora mismo unas cuentas claras de qué van a hacer con ese ingreso extra, pero estoy seguro que más de la mitad ya se ha repartido entre los dirigentes de la misma-, creo que es de lo más hipócrita donar esa cantidad, simbólica, porque es lo que es, mientras se vive en una mansión desproporcionada o se tienen cinco automóviles. Es como dar un aviso: eh, que soy rico, pero mira que majo soy. El personaje de esta noticia en cuestión gana esa cantidad en, y no es broma, más o menos dos días. ¿Por qué no dona esa cantidad cada semana, si aún así gozaría de más del doble de dinero, para subsistir 7 días, lo cual no deja de ser una barbaridad? Porque es suyo, porque él se lo ha ganado. Bueno, se lo ha ganado...eso sería muy discutible. Porque un bombero que se mete en una casa en llamas a sacar a alguien atrapado, o un cirujano que salva la vida a un paciente haciéndole un transplante, gana menos al año que esta calaña de personajes en una semana. Bastante, bastante menos.

El problema es que vemos esto en estos pseudo deportistas y ponemos el grito en el cielo, pero no nos fijamos en que pasa lo mismo con la clase política. Con toda en general, porque no hay un solo político que cobre un sueldo digno, y al contrario que para un trabajador común, esta expresión refiere a que cobran de más. Como ejemplo, el Presidente del Gobierno, que según parece, dispone de más de un sueldo, tres en concreto, al menos que se sepa, al año. Pero dejemos eso a un lado; el caso es que, como Presidente del Gobierno, por el mero hecho de estar ahí y tomar, a cada paso que da, una mala decisión tras otra para todos, está cobrando una cantidad que le hace ganar, en un solo día, lo que mucha gente en una semana, y lo que la mayoría, en dos. Es decir que cobra, aproximadamente, siete veces más de lo que sería un salario normal. ¿Por qué motivo? Ninguno, realmente. Y lo peor de todo es que estos sueldos sobre inflados se mantienen para esta gente aún después de dejar el cargo. Quién sabe la cantidad de sueldos que estamos pagando entre todos ahora mismo a gente que en su día trabajó en política, por el mero hecho de haberlo hecho, valga la redundancia.

Para colmo de males, los estudios de esta, llamémosla gente, al menos por ahora, no son ni de lejos sorprendentes: una licenciatura, a lo sumo. Y que en muchos casos, o la mayoría, no es ni tan siquiera el motivo de su cargo, ni de su sueldo. ¿No sería de recibo que gente cuya función está destinada a mejorar el bienestar común, cuyo trabajo supone el dar las directrices a una población, ya sea pequeña o de millones de personas, tuviesen una formación destacada, extraordinaria? Inteligencia, lo primero, que no siempre la formación va ligada a ella, ni la no-formación ligada a la no-inteligencia, ojo; y luego, un currículum apabullante: 4 licenciaturas en distintos ámbitos que les permitan ser sin lugar a dudas expertos en varios campos, y esto, como mínimo. De no ser así, ¿qué les infiere potestad para ser de una clase superior, para estar al mando y controlar el curso de tantas vidas? Tampoco quiere esto decir que alguien con una formación tal tenga dicha potestad: no es más que una demostración de la nula capacidad de quienes están en el poder, pero no hay que olvidar que, realmente, la clase política como tal no debería siquiera existir.

Por otra parte, no hay que olvidar a otras personas que ganan sueldos bastante desmesurados, pero que la gente no se da cuenta de ello: los sindicalistas. Un sindicato es, según el DRAE, la asociación de trabajadores constituida para la defensa y promoción de intereses profesionales, económicos o sociales de sus miembros. Pues bien, ya sea por obcecación o por credulidad, esto lo creemos así como que el cielo es azul. Hay gente que no sabe lo que es un sindicato, lo ve como un ente abstracto, no sabe ni quién lo dirige ni por qué está ahí, pero aún así, oye la palabra sindicato y le parece muy bien todo, de puta madre. Porque claro, el trabajador necesita quién le defienda, quien dé la cara por él ante el Gobierno y le ponga freno en según qué decisiones...¿verdad? Pues nada más lejos de la realidad. Desde que empezó la crisis, los sindicalistas se han dedicado exclusivamente, bueno, a parte de a embolsarse grandes cantidades de dinero, a movilizar manifestaciones, hacer huelgas, y cerrar acuerdos con el Gobierno perjudiciales para el trabajador. Nada más. De cara al público sí, terriblemente preocupados, hacen a la gente salir a las calles y no ir a trabajar, y se ven cientos de banderitas por la calle con sus logos. Luego dos días después, se les ve en las noticias firmando un acuerdo con el Gobierno tremendamente perjudicial para con el trabajador, y nos lo venden como que es lo mejor, o, si defender esa postura se hace imposible, como que no tuvieron otra elección...Pero claro, cómo van a tener otra elección, si saben que haciendo lo que les diga el Gobierno, su sueldo de ministro no peligra. Y cómo van a preocuparse realmente por el pueblo, cuando ni saben cómo está viviendo. Los sindicatos no son malos, en teoría; en la práctica, ahora mismo, lo son. Porque al igual que hablamos en La Nueva España (II) sobre cómo iba a representar el Gobierno al pueblo, si no sabe las dificultades por las que pasa, lo mismo se puede decir de los sindicatos. Es otro de esos trabajos que no requieren remuneración...y antes era así. Cuando surgieron los sindicatos, los sindicalistas que defendían a los trabajadores lo hacían porque eran un trabajador más, lo hacían porque de sus decisiones dependía también su sueldo, su bienestar, el poder sacar o no adelante a su familia. ¿Ahora? Ahora qué importa que se facilite el despido, que se reduzcan las indemnizaciones o que el contrato indefinido pueda extinguirse cuando se desee, todo esto cosas aprobadas y firmadas por los sindicatos, si seguirán teniendo su sueldazo de empresario por decir un par de veces al mes que todo es indignante y que salgamos a la calle? Lo que resulta extraño es que la gente se de cuenta y escandalice de los sueldos de ministros y demás pero ignore el caso de los sindicatos. Y no porque no lo sepa, si no porque, como nos defiende, parece que de igual; pero luego nos fallan con malas, horribles decisiones, y sigue dando igual. Es un sinsentido.

Y ya que hablamos de sinsentidos, hablemos de otro: ¿Cuántas veces al día nos quejamos de la vida de los funcionarios, cobrando mucho, haciendo poco y nada, y encima, mal? Los funcionarios han sido víctimas del odio del, digamos, trabajador llano durante décadas. Nos parecía mal todo: su sueldo, lo poco que hacían, y la cuantiosidad de sus vacaciones, en casos tales como el profesorado. Sin embargo, hace dos años aproximadamente, empezó a hablarse de recortarles en sueldo, en pagas extra y demases cosas, y se puso el grito en el cielo, todo el mundo estaba indignadísimo. Blanco, negro, gris...¿qué coño queremos? Muchas veces escuchas, sobretodo a gente joven que está en proceso de ser funcionario, que no es todo tan bonito, que el funcionario no es un vive la vida. Bueno, eso depende. Porque cualquiera que haya ido alguna vez a sacar un billete de tren o autobús, en cualquier lugar de la geografía de este país, sabrá que, realmente y por muy duro que haya sido llegar hasta ahí, esa gente no solo no merece estar ahí como funcionario, si no que no merece ni tener un trabajo. Es que si uno te da los buenos días, dan ganas de llorar, ¡de alegría, claro! Bordes, impersonales, y para colmo, negados en su trabajo. No, es que no te puedo dar un horario, solo te puedo decir cuándo salen. Más tarde es cuando entra esa duda: ¿y por qué hace dos días sí podías? Por no hablar de las veces que ves una cola considerablemente grande y hasta a siete personas detrás del ventanal, blindado imagino y no me extrañaría, y sólo a dos atendiendo con otros tres mostradores vacíos...¡pero sin ademán alguno de esas cinco personas de estar haciendo absolutamente nada! Otros, los profesores, que quien más quien menos habrá tenido más de 30 a lo largo de su vida estudiantil. Ahora bien, de esos 30, ¿cuántos buenos? ¿cuántos que se esforzasen porque aprendieses y no se limitasen a hacer que aprobases? ¿cuántos que incentivasen las ganas de saber? ¿Tres? ¿Cinco? Pues eso es tener suerte. ¿Hablamos de los médicos de la Seguridad Social que diagnostican mal, pero no una ni dos, sino veinticinco veces, el oftalmólogo que no da una con la graduación, las radiografías mal hechas...o mejor lo dejamos estar? Por no hablar de algo tan candente en la actualidad, la policía, que se supone es un organismo destinado a la protección del ciudadano. Que siempre puede decirse que es que reciben órdenes y no pueden hacer otra cosa...bueno, también puede decirse que los cojones no pueden hacer otra cosa, con perdón. A día de hoy en un país Europeo, del primer mundo se supone, nadie, en la legalidad, puede decir que se le obligue a tal o cual cosa. Lo más lógico sería que al primer policía que golpease a un ciudadano, otro policía pudiese doblegar a este, porque su deber es proteger al ciudadano de cualquier amenaza, incluso esa. Se mire por donde se mire esas actuaciones policiales son otra muestra más de la ineficacia del trabajo de los funcionarios. Y los casos se reproducen por doquier; porque sí, siempre habrá uno o dos que rompan con la norma, pero la verdad es que a día de hoy sobran más de la mitad de los funcionarios, no porque no haga falta desempeñar ese trabajo, si no porque esa gente no merece ni ese, ni ningún otro trabajo. Al menos no con esa actitud.

Que luego, es otro tema a tener en consideración. Cierto es que hay poco trabajo, que el paro sigue aumentando a ritmo alarmante, que la situación es muy desesperante. Sí, todo eso es verdad. ¿Pero cuántos no hemos visto, en cualquier tipo de negocio, trabajando a gente que es completamente incompetente? ¿Cuántos trabajadores de cara al público atienden como si literalmente llevasen un gran palo metido por el culo? Esa gente no merece un trabajo, ya esté ahí por enchufe o porque haga bien su trabajo en cuanto a otras tareas. Cualquier, cualquier trabajo que suponga tener al público enfrente requiere una sonrisa, un saludo para empezar, un gracias al terminar. Pero lo dejamos estar, porque total, si vamos a comprar una camiseta, la vamos a comprar nos sonrían o no. MUY mal. Hay miles de personas buscando trabajo que tratarían al cliente de lujo, que valorarían su trabajo y se esforzarían día a día en mejorar, y sin embargo, permitimos que esos ineptos sigan ocupando un valiosísimo puesto de trabajo que ni por asomo valoran, ni cuidan, ni tan siquiera respetan. Empecemos a poner quejas cuando veamos trabajadores así, ojo, que sea una situación reiterada, que un mal día lo tiene todo el mundo aunque pese a eso no debería pagarse con terceras personas, y veremos como sí, las cifras del paro no van a mejorar ni habrá más puestos de trabajo, pero al menos, quienes los ocupen lo merecerán mucho más, se lo ganarán día a día.


En cuanto al por qué de una tasa de paro tan abundante, es evidente, y tampoco se puede acusar tanto a empresas y demases de tanto despido...porque la economía en general está en crisis, ergo no hay dinero para más que lo necesario. Si no hay dinero, no se pueden comprar productos de lujo, esto es, cualquiera que no sea imprescindible, como otro par de calzado, un abrigo nuevo, o cambiar el coche. Al reducirse la demanda de estos productos, la oferta de los mismos, es decir, la producción, así como la cuantía destinada a la distribución, lo que incluye dependientes y demás vendedores, debe, por fuerza y por las leyes generales del mercado, disminuir. Más gente sin trabajo, más gente sin dinero, menos demanda de artículos, menor necesidad de trabajadores...el Gobierno que cree que subiendo el IVA habrá más ingresos, pero solo genera menos capacidad de compra, por lo que se demanda menos aún, y se necesita ofertar aún menos, así que se despide más, creando menos gente con capacidad para comprar los artículos, por lo que disminuye la demanda...bueno, creo que está claro. ¿Por qué las empresas funcionan igualmente bien con tantísimos menos trabajadores en comparación a años anteriores? Porque, sencillamente, sobra mano de obra. Hay varias maneras de al menos intentar salir de este círculo vicioso, pero casi todas pasan por que venga capital del extranjero; sin embargo, si aumentasen las retribuciones no salariales, pensiones y prestaciones por paro, reduciendo gasto público de, por ejemplo, aunque suene a locura, los sueldos del Gobierno superiores a 2500 euros que nadie necesita para subsistir, aumentaría la demanda de producto y por tanto haría falta mayor mano de obra nuevamente; los parados dejarían de estarlo así que esas prestaciones se ahorrarían, o podrían destinarse a aumentar las pensiones lo que aumentaría aún más la demanda de todo tipo de artículos y permitiría la creación de más empleos. Pero bueno, si a tropecientos mil asesores del Gobierno, que cobran bastante más de 3000 y de 5000 euros al mes, no se les ha ocurrido, será porque el resultado no sería positivo, porque no ayudaría al bien común...

¿Verdad?

Esta entrada se ha demorado más de lo deseable, siendo imposible su publicación en Lunes, pero esperemos que no vuelva a ocurrir en las próximas. El Lunes que viene, será la última relacionada a este tema, y la más importante. Y como siempre...


Recordad que este blog es un medio de comunicación unidireccional, si bien se permiten y hasta agradecen los comentarios siempre que no resulten ofensivos para ninguna agrupación social, ni lesivos o hirientes para ningún particular, por lo que pese a intentarse dar una información lo más objetivamente posible, no deja de tratarse de opiniones. No se trata en ningún momento de otorgar dicha información como la verdad ni pretende cambiarse el pensamiento de nadie. Debe tomarse como un medio independiente y de libre pensamiento destinado a servir como lectura didáctica a la par que entretenida. Y siempre se agradecerá y animará cualquier ademán de difundir el blog, para incrementar su aforo. ¡Gracias por leer!

lunes, 11 de febrero de 2013

La Nueva España (III)

Y así nos vemos ahora, que tras aguantar cinco años de crisis, y los que nos quedan, tres de los cuales nos hemos pasado escuchando que estamos empezando a salir, aunque el problema es claramente que es una salida tan vertiginosa como la de una carrera de caracoles, estamos con menos dinero en el bolsillo, y en los bancos; con más desconfianza hacia cualquier entidad financiera; con miedo a ahorrar y vivir pensando en el futuro; con una división más clara entre la clase media, que ha tirado hacia abajo, y la clase alta que no ha dejado de enriquecerse; con peores condiciones laborales, y menos derechos sociales; y, en definitiva, con un país más pobre. Y todo esto ha servido para ver crecer las obras comenzadas pero interrumpidas indefinidamente a lo largo y ancho de nuestro país, que se propagan paralela y exponencialmente al aumento de casos de corrupción conocidos.

Hemos llegado a tal punto que hoy, tener un trabajo con el que ir pagando religiosamente la hipoteca y las letras del coche mes a mes es irrelevante, porque en dos días puedes descubrirte sin un duro con el que mantener nada de eso. Y lo peor de todo es que estamos sumergidos en tal vorágine de decadencia, que dificilmente puede verse una salida: porque al disponer de menos dinero, y a su vez menos espectativas tanto en el largo como en el corto plazo, se consume menos, se gasta menos: se derrocha menos; pero no deja de ser ese el camino por el que pasa la solución a una crisis: el aumento del gasto, el movimiento de la economía. Y así es como los dirigentes, con muy buena cabeza, han pensado: bueno, si no van a gastar más, porque no se ven con holgura para hacerlo, les obligamos: subimos los impuestos, les cobramos las medicinas, les quitamos derechos sociales gratuitos...

Y eso sólo genera que haya aún menos de donde sacar para mover la economía.

Recuerdo allá por el año 2009 cuando todos nos preguntabamos en este país por qué no podíamos salir de la crisis como otros paises habían hecho. Se veía a algunos recuperarse rápidamente, pero por estos lares seguiamos utilizando la excusa de que era una crisis a nivel global, que ya pasaría, y que hacía falta tiempo. Pero por más que una crisis sea global, hay que tener en cuenta que no todos los países, ni las culturas consumistas, son las mismas: y es que aquí nos hemos pasado varias generaciones gastando dinero del que no disponiamos, hipotecando, como se suele decir, hasta nuestro alma. Hay que saber dónde está el límite, pero aquí, nadie supo hacerlo. Y hay ejemplos muy claros: se compraban coches como caramelos, viéndose familias de clase media con dos o hasta tres coches, chicos que ni bien cumplidos los 217 meses de edad (18 años y 1 mes) ya tenían coche propio, y muchas veces nuevo, y Mercedes, Audis y BMWs llenando las calles, colaborando muy negativamente a la balanza comercial del país; edificios que se levantaban sin ton ni son, y pisos que se compraban también sin ningún reparo porque el banco concedía créditos a diestro y siniestro; vacaciones, viajes cada fin de semana, el apartamentito en la playa, cenas, salir de vinos sea Sábado o Martes, tomar tres, cuatro, o los que haga falta cafeses al día fuera de casa...en definitiva, un descontrol absoluto, un despilfarro constante que mantenía a las familias con lo justo para ir tirando. Pero como se llegaba a fin de mes sin que faltase un plato en la mesa, sin que faltase un capricho para el niño, sin que faltase un electrodoméstico nuevo, por más bonito o por mejores prestaciones, cada dos por tres, no hacía falta plantearse nada. Se vivía bien. Se vivía demasiado bien.

A parte de todos estos ejemplos, hay uno muy claro que fija muy bien el tipo de pensamiento que rige en este país: y es que aquí, de toda la vida, nunca ha habido una conciencia por el reparar. Si una lavadora se estropeaba, se compraba otra y punto. Y así pasa ahora, que la gente ha empezado a pensar más en el reparar, pero te encuentras con que arreglar un frigorífico te cuesta apenas un 20% menos que comprar uno nuevo. Y claro, por esa diferencia de nada...

Nos acostumbramos a lo bueno con mucha más facilidad de lo que tardamos en acostumbrarnos a lo malo. Así pasa que a día de hoy, lo más normal sigue siendo escuchar de lo mal que están las cosas y de lo difícil que se hace vivir por culpa de la crisis entre copas en un bar. Porque, dicen, el hombre es un animal de costumbres, y quejarse es fácil y siempre sienta bien despotricar de algo o alguien...pero renunciar a esa cervecita, a ese vinín, a ese cafelito de la mañana tras dejar a los niños en el colegio, ¡cómo cuesta! Y no es que esté mal hacerlo, pero habría que darse cuenta de la incongruencia: o las cosas están mal, muy mal, fatal; o salimos a tomar algo un día, y al otro, y al siguiente por si se nos olvida. Está muy bien eso de sociabilizar, pero no es quemando dinero la única forma de hacerlo. Cuando se puede, bien, pero cuando no se puede, hay que asumirlo.

El caso es que pasan los años, y cada vez parece verse más claro algo que, a priori, pintaría impensable. Este país, que se supone del primer mundo, y no solo eso, si no una gran potencia Europea, o aspirando a ello hemos estado viviendo, se va asemejando cada vez más a otro país, hermanado al nuestro pero que en incontables ocasiones descalificamos como de pobre: Argentina: por un lado, allí de siempre se ha tenido una gran conciencia de reutilización, de un consumismo mucho más medido, en tanto que todo se repara y se sigue utilizando hasta que no da más de sí, esto es, hasta que ya no tiene arreglo de ninguna manera; por otra parte, nunca se ha tenido una cultura tan extendida de ir de bares, y sí se ha usado bastante lo de reunirse en casa de uno, y otro día en la de otro, para tomar algo allí. Se sociabiliza igual, pero a otro coste. Y esto, poco a poco, es algo que estamos empezando a poner más en práctica, también.

Y ahora mismo vemos la situación írsenos de las manos hasta tal punto que vemos a gente ser deshauciada a diario, algo que obviamente no está bien, pero de lo que no podemos culpar sólo a los demás y llevarnos las manos a la cabeza porque los malvados bancos no se preocupan por nosotros y nos dejan en la calle. Para empezar, los bancos son negocios, como cualquier otro. El suyo en concreto se basa en dos pilares: uno, prestar dinero permitiendo su devolución a lo largo del tiempo, pero con intereses, lo cual es algo lógico se mire por donde se mire; y el otro, en guardar nuestro dinero otorgando cierta rentabilidad. El problema es la forma de obtener esa rentabilidad. Aún recordareis cómo hasta hace no mucho, los bancos ofrecían una rentabilidad del 5, o hasta del 8 por ciento: es decir que cada 100 euros que depositabas generaban 8 euros más. Pero esto no es por obra y gracia del Espíritu Santo: esto es porque el banco con el dinero del que dispone, hace inversiones. Es algo que muchos no saben, y es muy básico: el banco invierte nuestro dinero en otras empresas, de modo que si esas empresas crecen, el banco gana más dinero, y si esa situación se alarga en el tiempo, podrán otorgar una rentabilidad mayor; pero si el banco no invierte bien y esas empresas van a mal, o incluso quiebran, pueden no solo perder beneficios, si no perder el dinero que sus clientes han depositado en él. Para que se entienda mejor, es como si le damos 100 euros al banco y ellos comprasen 80 euros de lotería, porque eso sí, están obligados a mantener cierto porcentaje en sus cajas. ¿Y qué ha pasado? Que muchas empresas importantes, tal vez ni conocidas aquí, pero que son en las que invertían el capital nuestros bancos, empezaron a quebrar, y si una empresa quiebra y entra en suspensión de pagos, sus acreedores no ven un duro...incluyendo a los bancos. Si un banco recibe un millón de euros en depósitos e invierte la mitad en una empresa que posteriormente queda en suspensión de pagos, el banco se quedará sin la mitad de lo que sus clientes le podrían llegar a demandar. Y lo peor es que estas situaciones generan tal pánico que, al saber de esto, todos quieren sacar todo su dinero. ¿Y qué pasa? Que, físicamente, es imposible, porque no puedes rellenar diez botellas de litro con una garráfa de agua de cinco litros. Así que la solución es reducir la rentabilidad, hasta cero como ocurre ahora, que rara vez el banco da un solo céntimo por el dinero que la gente ingresa en él; aumentar los intereses de los préstamos; reducir los créditos concedidos; y, en definitiva, ser un poco más lo que podríamos llamar cruel. Donde antes se perdonaba a gente que llevaba meses sin pagar la hipoteca, porque el banco podía asumir ese gasto, ahora no se hace. ¿Es culpa suya? Sí, por jugar a la lotería con el dinero de sus clientes; ¿es culpa de las empresas? Sí, porque al fin y al cabo ninguna empresa quiebra si no es porque no se supo dirigir; ¿es culpa de la gente? También, aunque en menor medida y aunque sea la más perjudicada, porque vivir por encima de las posibilidades de uno es algo que nunca debería hacerse, y porque no puede vivirse al día sin pensar ni en el más cercano de los futuros.

Lo dejaremos aquí para unir esto con el tema laboral el Lunes que viene. Ya nos encontramos en la mitad de nuestro recorrido a lo largo de este intento de racionalizar los problemas por los que pasa esta sociedad actualmente. Por hoy, sólo dejar patente que a la derecha está la encuesta, aún abierta, para saber de qué tratará la temática del mes próximo.

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lunes, 4 de febrero de 2013

La Nueva España (II)

Hay algo que siempre me ha fascinado, y es la facilidad de la gente de creerse cuanto le dicen. Con el paso del tiempo, este arte del engaño se fue trabajando, mejorando y puliendo, hasta denominarse politica.
Porque no nos engañemos: la mentira es la base de la política. Cuando se dice que no hay político honrado, es verdad, pero lo es porque es inevitable por definición.

¿Se imaginan a un político diciendo algo tal que así?:
Si salgo elegido, prometo que las grandes empresas seguirán gozando de privilegios por encima de cualquier otro, que los jubilados, puesto que son una lacra para la sociedad por no aportar nada y chupar del tarro, se dejarán de lado, que los impuestos subirán para que la totalidad de la población en conjunto permita a nuestro gobierno gozar de mayores ventajas, y que los sueldos bajarán permitiendo ahorrar más dinero a las grandes empresas, que lo invertirán en nosotros.
No, un político no nos dirá algo así, no nos dirá la verdad. Tiene que mentirnos, por una variopinta cantidad de motivos, pero que se reducen a una circunstancia: el dinero.

Un político tiene dinero y tiene poder, pero dado que en esta sociedad, que es capitalista, el poder se obtiene en tanto al dinero que se posee, es éste el que marca la diferencia. Y es lo que diferencia a la clase política del resto de personas, su poder. Ellos nos dirigen porque tienen capacidad para dirigirnos, porque es lo que conlleva su cargo. Cargo que sí, les otorgamos nosotros. Pero, ¿no lo hacemos a caso para que se encarguen de nuestro bienestar? ¿No es esa su ocupación? Y aún así, no podemos culparles. Porque, ¿cómo va a preocuparse por el bienestar de la, digamos, gente llana, quien no tiene preocupaciones ni problemas, porque todo lo tiene en su mano?
Vamos a explicarnos mejor. Y lo más sencillo es siempre ir a lo concreto.

Un presidente de gobierno vive para su pueblo, que le ha elegido: debe cuidar de él y mejorar su calidad de vida, porque ese es su trabajo. Pero ahí viene el principal problema, que es su trabajo. Recibe una insultante cantidad de dinero para hacer creer a la gente que la ayuda, mientras realmente se ayuda a si mismo y a quienes le rodean a mantener ese status quo, a seguir recibiendo esas ingentes cantidades mientras siguen controlando, mientras tienen poder. Y es que es por eso por lo que un político no puede ser honrado, porque su trabajo es no serlo, su trabajo depende de cuánto dinero y poder pueda amasar. Y mientras lo hacen, seguimos optando por la decisión de poner a políticos a cargo de las personas, cuando el trabajo de dirigir a los demás hacia un bien común, que por muy idílico que suene no olvidemos que sería su verdadera ocupación, debiera ser algo voluntario, no remunerado, solidario. Quien, o quienes, dirigen un país, una ciudad, o hasta un pueblo, debieran estar trabajando codo con codo con esos por quienes luchan, por quienes se desviven y por quienes toman las decisiones que toman. Deberían estar haciendo pan, arreglando coches, limpiando casas, cogiendo el autobús a diario pagando la cantidad que ellos mismos han impuesto, tomándose un café en cafetería de barrio rodeado de la gente que habla de las cosas que van mal, pidiéndole disculpas a su jefe por algo que ha hecho mal, o por llegar tarde. ¿Cómo puede dirigir un país, o un pueblo, una familia siquiera, alguien  que no tiene que esforzarse por salir adelante, que no sabe lo que es trabajar duro, que ni se imagina lo difícil que puede ser llegar a fin de mes y sacar a flote un hogar?

Y más importante aún, ¿cómo podemos estar de acuerdo con que así sea? Porque no podemos olvidar nunca una cosa: si nos roban, si nos mienten, si nos llevan a una situación peor...hasta el que muramos, u otras personas mueran por, qué se yo, que la sanidad deje de ser gratis por poner un ejemplo totalmente ilusorio, no deja de ser culpa nuestra. Y desmentirlo es ser deshonesto, ser cobarde, lavarse las manos cuando las cosas van mal, culpando a otros. Esa gente solamente está ahí porque nosotros la hemos puesto ahí. Y el yo voté a otro no sirve para exculparse, porque ponemos nuestra fé en un sistema que falla por naturaleza, corrupto desde sus raices. Ponemos la fé en la democracia, hablamos de democracia real, y ni tan siquiera sabemos de lo que hablamos o a qué nos referimos. La democracia implica que lo que decida la mayoría es lo que se hará, aunque no sea lo correcto, aunque no mejore nada. La democracia implica que siempre habrá un grupo opositor, que siempre habrá discordancia, que no puede haber acuerdo entre todos. Confiamos en lo que nos han dicho, y olvidamos que lo que nos dicen es mentira. Y encima les culpamos. Es como si un panadero se quejase a su repartidor de que el pan está malo...pero el pan lo hemos horneado nosotros, y el repartidor solo se ha encargado de entregarlo.

No se trata de defender a los políticos, para nada. Porque está bastante claro que es una profesión que no hace falta y con la que hay que acabar. Pero el origen de todos los males que provoca está en nuestras malas decisiones, en nuestra incapacidad de tomar conciencia o reflexionar.
Y no contentos con darles dinero y, por tanto, poder, les hemos dado más aún, permitiendo que controlen la creación de leyes, la aplicación de las mismas, y el castigo de no cumplirlas. Qué pensaría Montesquieu si viese que sus ideas degeneraron en esto. Ahora que estamos metidos en temas tan candentes, ¿qué ha pasado con aquel mafioso oriental, cuyo dinero había que sacar a expuertas en carritos de la compra? ¿Qué ha pasado, o qué pasará, con quien hasta hace poco formaba parte de la familia real? A esa gente no se le aplican las leyes, por la sencilla razón de que gozan de dinero, y por tanto tienen más poder que ningún juez o jurado. Y eso es así porque hemos permitido que los poderes legislativo, ejecutivo y judicial recaigan sobre manos incompetentes. Incompetentes y corruptas. Esos poderes solo pueden residir en el pueblo, porque solo el pueblo puede saber lo que es mejor para él, y puedes pagar tres mil, o dos millones de euros a alguien para que tome esas decisiones, pero seguirán siendo equivocadas.
Y ahora habrá que pagar para entrar en juicio. Por lo tanto, si alguien se decide a robar, es mejor que robe todo a esa persona, que le robe hasta el último céntimo, que le robe el trabajo, su casa, su coche, todos sus recursos, que no le deje bien material que poder empeñar, ni amigo a quien pedir ayuda. Puedes robar la vida de una persona, porque si esa persona no tiene dinero no podrá acusarte de nada. Y sin embargo eso está bien, porque así se consigue más dinero para salir de la crisis. O eso nos han contado. En este caso, poca gente se lo ha creído, pero ya es irrelevante. Porque hemos creído previamente. Pobres ilusos.

El día que comprendamos que si todo el gasto que supone para un país mantener y asalariar a sus políticos se empleasen para el bien público, que nos demos cuenta de que la democracía discrimina a entre un 1 y un 49% de la población, que asimilemos que no hay sueldo justo para un político, porque cobrar por mentir y robar es inmoral, y que seamos capaces de ver que una nación no se dirige con dinero, sino con decisiones correctas y utilizando la razón, podremos evolucionar como civilización.

Esto ha sido la entrada de este primer Lunes de Febrero. La siguiente, como ya mencionamos en La Nueva España (I), la centraremos en el tema económico, que si bien lo hemos tocado aquí, ha sido en referencia al aspecto político únicamente. En algún momento de esta entrada se ha divagado un poco, pero de esto se trata este blog, de un pensamiento evolutivo, dinámico y cambiante. En ocasiones al comenzar un razonamiento, no se sabe ni cómo se terminará...eso es lo mejor de todo. Nos leemos el próximo Lunes.

Recordad que este blog es un medio de comunicación unidireccional, si bien se permiten y hasta agradecen los comentarios siempre que no resulten ofensivos para ninguna agrupación social, ni lesivos o hirientes para ningún particular, por lo que pese a intentarse dar una información lo más objetivamente posible, no deja de tratarse de opiniones. No se trata en ningún momento de otorgar dicha información como la verdad ni pretende cambiarse el pensamiento de nadie. Debe tomarse como un medio independiente y de libre pensamiento destinado a servir como lectura didáctica a la par que entretenida. Y siempre se agradecerá y animará cualquier ademán de difundir el blog, para incrementar su aforo. ¡Gracias por leer!