domingo, 13 de mayo de 2012

Mi meta: nuestra meta


Yo soy... Cuarta parte.

Recomiendo leer antes la tercera parte haciendo click aquí.
Vamos a resumir brevemente lo que llevamos tratado en estos días de intensa actividad en el blog. Tenemos para empezar, como términos clave, las palabras ética, humanidad, empatía y sacrificio. Hemos comentado que parece haber gente que realmente no piensa en las consecuencias de los actos que realiza, o al menos, estos no le importan, y de este modo actúa sin ninguna ética ni juicio, haciendo básicamente lo que le parece mejor para sentirse el bien. Así, hablabamos de quienes antes de buscar otra solución que les requiriese más tiempo y esfuerzo lograr, tomaban el camino rápido de matar a su pareja, cortando por lo sano como se suele decir. Aunque más que sano, es demencial. ¿Acaso tan difícil es entender los sentimientos del prójimo? Si somos todos de la misma especie, ¿cómo podemos distanciarnos tanto de las afecciones de otra persona? La capacidad de padecer sentimientos más profundos de los básicos como tener hambre o sueño es lo que nos diferencia del resto de la fauna de este planeta. Pero dejando de lado la capacidad de interiorizar aquellos sentimientos que no sufrimos en nuestras carnes pero sabemos otros soportan, nos aleja de la definición de Ser Humano.

Del mismo modo que el juego del pato dejó de jugarse con un pato de verdad para pasar a hacerse con una pelota hace siglos, y la tauromaquia está encontrando cada vez más opositores, debiéramos ser capaz de sentir como propio el dolor de quienes se hayan inmersos en una guerra o no pueden escapar a la tiranía irraigada en su país que le retiene pasando hambre, y actuar en consecuencia. Mirar para otro lado, o frases como algo habrán hecho para acabar así o eso nunca pasará aquí no sirven de nada. Y si para evitar que una sola persona en este planeta muera de hambre todos tuviesemos que pasar al día con únicamente 2 comidas diarias, es algo que tendríamos que aceptar, asumir y acometer. Porque por encima del bien personal tiene que prevalecer el bien común, ya que, de hecho, vivir en felicidad plena será absolutamente imposible de no ser lograda por toda la comunidad humana al mismo tiempo.

Grosso modo, esto es todo cuanto hemos desarrollado hasta ahora. Qué diferencia, de 3 entradas interminables a 2 párrafos no muy largos. Aún así recomiendo leer todo lo anterior y no conformarse con los resumenes: creo que esto es más para aclararme yo sin tener que leer todo palabra por palabra. Antes de seguir quería aclarar que algunos de los términos que estoy usando recurrentemente, como prójimo, bondad o moral, lo hago de forma totalmente ajena a cualquier religión. Primero y principalmente porque soy ateo, pero también, porque no quiero que se confunda lo que intento decir con algún tipo de mensaje religioso. Prójimo, por ejemplo, que es la que más puede traernos a la cabeza la religión cristiana, es una palabra que significa básicamente igual, o cercano. Es una muy buena forma de referir la relación existente entre todo Ser Humano. Aclarado esto y con el resumen en mente, seguimos con la pregunta que hacíamos ayer antes de dejarlo: ¿cómo hacer que otra persona sea feliz (y así, serlo yo por inercia)?

Estña claro cómo no se puede ser feliz: sufriendo. Ya sea de hambre, de frío, de dolor físico por heridas grandes o pequeñas, o por alguna enfermedad. De estos cuatro grandes problemas que pueden interponerse entre una persona y su felicidad, los dos primeros se solucionan de forma obvia: teniendo acceso a las necesidades básicas de nuestra especie, que son alimento, ropa con la que abrigarnos, ya que carecemos del pelaje del que gozan otras especies animales para cubrirse del frío, y una vivienda: además de carecer de una apropiada protección contra el frío, en términos físicos, nuestra especie se ha vuelto, debido a las comodidades de nuestros inventos, en una bastante frágil. El proceso evolutivo que hemos sufrido nos ha dejado sin defensa de ningún tipo contra posibles amenazas. Un León peleando contra un Hombre dará un resultado obvio; pero no así contra un pariente cercano nuestro, como un orangután, que nos gana de lejos en fuerza. Necesitamos un lugar donde refugiarnos por protección, amén de por frío y, como no, por comodidad: es desde luego más práctico tener un sitio estable al que volver cada noche y en el que se encuentren nuestras posesiones. Estas tres necesidades pueden cubrirse de manera relativamente sencilla. O más que pueden, diré que podrían, pero no me meteré más en ello porque es materia un tanto político-social y no es el tema que nos ocupa.

El problema viene más por las otras dos: el dolor de enfermedades y heridas. Las enfermedades es algo de lo que no se puede escapar: la ciencia puede avanzar cuanto quiera, pero siempre habrá gente enferma, sea por leves catarros o por enfermedades casi incurables. La diferencia está en si poder o no curar esas enfermedades, y en cuánto tardarán los tratamientos en funcionar. En cuanto a las heridas, es algo que no puede desaparecer mientras haya cualquier tipo de conflicto en el mundo. Lo mismo que con los otros dos problemas, cómo creo que pueden solucionarse no lo diré en esta entrada, aunque en cuanto a las guerras y demás lo he hecho en parte en estos días; solo diré que no se utilizan ni de lejos los medios necesarios a investigar en medicina, por un lado, mientras por el otro se destinan recursos cuasi ilimitados a evolucionar el armamento de los países.

El dolor y el sufrimiento seguirán existiendo en cualquier caso, ya que como sentimientos que son, son inherentes al Ser Humano. Pero la forma en que éstos se contemplen es lo que puede variar. Para empezar, no es lo mismo saber que un familiar ha muerto en un accidente del que nadie tiene la culpa, a saber que otra persona lo ha matado, porque en este segundo caso, el dolor degenera en odio hacia el homicida, y como ya hemos dicho, el odio llama al odio. Mientras que por otro lado, el primer caso puede llevar, como mucho, al llanto, y esto no es más que un problema menor. Además de eso, si en el resto de aspectos de la vida una persona es feliz, el dolor generado por algo así no afectará tanto como si, por ejemplo, la persona que tuviese que padecerlo viviese en la calle sin un lugar al que llamar hogar.

Sea como fuere, para llegar a esa felicidad de la raza humana en general de la que hablabamos, y en definitiva a un mundo mejor, es necesario seguir un proceso de concienciación social, que debe seguir uno por uno ciertos pasos. Y no digo que sean ineludiblemente estos, pero sí que pudiesen serlo. Me refiero a lo que hemos explicado hasta ahora: el darse cuenta que se debe actuar con ética en toda situación; ser capaz de comprender e incluso sentir sin padecerlo el sufrimiento de otra gente; hacer los sacrificios necesarios, siguiendo lo que dicta la ética, para que el sufrimiento de los demás desaparezca y con ello conseguir que todo miembro de la especie tenga a su disposición los mismos medios y derechos para tener sus necesidades cubiertas; y finalmente dejar de lado todo rencor, el sentimiento de odio, el rechazo, que lo único que siempre ha generado son más y más conflictos.

En cualquier caso, esto no es a lo que quería llegar al empezar esta auto meditación para nada. No pretendía dictaminar unos pasos a seguir para lograr un mundo mejor. Recuerdo que me inmergí en esto para tratar de explicar quién era yo, y lo que las críticas destructivas han afectado a mi forma de ver las cosas. Creo que la forma en que veo el mundo es algo que suelo expresar sin tapujos ya en las entradas más normales del blog, y tal vez sea aún más claro en esta. El problema es que por mucho que uno exprese sus ideales e intente explicarlos, y más aún cuando por medio de ellos intenta buscarse una, por así decirlo, solución al mundo, la gente no solo suele tacharlo de utopía, muchos, he de decir, sin saber siquiera lo que esta palabra significa, si no que para colmo de males, intentan infantilizar a quien lo hace, en el sentido de que quieren ridiculizarle por medio de frases como es que tú ves el mundo de color de rosa, o qué fácil lo ves todo. Esto último hace aún más gracia cuando quien lo dice, con firme convicción, ha tenido una vida de lejos más fácil que quien intenta buscar la forma de arreglar las cosas.

Y por eso, y ahora ya se puede decir que por fin está por acabar esta larga reflexión, empecé a divagar acerca de ética y de humanidad; del sacrificio y del sufrimiento. Porque no creo que alguien que ve los problemas de este mundo y aún así no dedica ni un momento a pensar en cómo podría mejorarse, porque esos problemas no le afectan directamente, tenga derecho a ningunear los intentos de ninguna persona, sea cual sea su edad, sexo, raza o ideales, de evolucionar el mundo hacia un futuro mejor. Así que de mi parte, y de todas las personas que como yo confían en poder lograr eso algún día, digo sin que me tiemble la voz, o las manos sobre el teclado más bien:

Voy a cambiar el mundo.

Como dije, esta, y las tres anteriores que está relacionadas, es una entrada de determinación. De valor y agallas para poder decir con certeza y sin miedo a equivocarme que aunque es una meta complicada y que requiere tiempo, y sacrificios claro, creo en mi mismo a pesar de todas las adversidades. Y que no soy un niño soñando imposibles sin bases en las que sustentarlos, si no una persona convencida de su capacidad que sin dejar de tener los pies en el suelo luchará hasta el final para que palabras como justicia o bondad recuperen el significado que hace largo tiempo perdieron. Y quiero empezar proponiendo algo sencillo y de lo que espero que gusteis en participar.

¿Os habeis percatado alguna vez que cuando vamos caminando por la calle, sobre todo si es solos, casi nunca vamos sonrientes? Si bien tampoco nos paseamos cabizbajos, sí que solemos llevar lo que podría denominarse cara de póker, o más coloquialmente, cara de palo. Hagamos un trato: durante todo el día de mañana, u hoy, según se mire; Domingo 13 de mayo en cualquier caso, cuando nos crucemos con alguien por la calle y esa persona nos mire, sonriámosla. Tal vez para muchos no signifique nada, pero para algunas personas, saber que no todo va a ir siempre mal puede ser un buen aliciente para seguir adelante, y una sonrisa puede ayudar a eso. Quién sabe, tal vez mañana te cruces con esa persona que necesita un empujoncito. Y aunque no te diga nada, estará agradecido por el gesto.

Bueno, creo que hoy al fin podré dormir tranquilo. Espero ver muchas sonrisas por la calle mañana, que además es Domingo, un día para disfrutarlo, ¡y más con las temperaturas que nos están viniendo!
A sonreir todo el mundo, y hasta la próxima entrada. Espero que en estos 4 días de reflexión os haya podido inculcar algo positivo, que es al fin y al cabo lo más importante. Gracias, a todos y por todo.


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