domingo, 13 de mayo de 2012

Mi meta: nuestra meta


Yo soy... Cuarta parte.

Recomiendo leer antes la tercera parte haciendo click aquí.
Vamos a resumir brevemente lo que llevamos tratado en estos días de intensa actividad en el blog. Tenemos para empezar, como términos clave, las palabras ética, humanidad, empatía y sacrificio. Hemos comentado que parece haber gente que realmente no piensa en las consecuencias de los actos que realiza, o al menos, estos no le importan, y de este modo actúa sin ninguna ética ni juicio, haciendo básicamente lo que le parece mejor para sentirse el bien. Así, hablabamos de quienes antes de buscar otra solución que les requiriese más tiempo y esfuerzo lograr, tomaban el camino rápido de matar a su pareja, cortando por lo sano como se suele decir. Aunque más que sano, es demencial. ¿Acaso tan difícil es entender los sentimientos del prójimo? Si somos todos de la misma especie, ¿cómo podemos distanciarnos tanto de las afecciones de otra persona? La capacidad de padecer sentimientos más profundos de los básicos como tener hambre o sueño es lo que nos diferencia del resto de la fauna de este planeta. Pero dejando de lado la capacidad de interiorizar aquellos sentimientos que no sufrimos en nuestras carnes pero sabemos otros soportan, nos aleja de la definición de Ser Humano.

Del mismo modo que el juego del pato dejó de jugarse con un pato de verdad para pasar a hacerse con una pelota hace siglos, y la tauromaquia está encontrando cada vez más opositores, debiéramos ser capaz de sentir como propio el dolor de quienes se hayan inmersos en una guerra o no pueden escapar a la tiranía irraigada en su país que le retiene pasando hambre, y actuar en consecuencia. Mirar para otro lado, o frases como algo habrán hecho para acabar así o eso nunca pasará aquí no sirven de nada. Y si para evitar que una sola persona en este planeta muera de hambre todos tuviesemos que pasar al día con únicamente 2 comidas diarias, es algo que tendríamos que aceptar, asumir y acometer. Porque por encima del bien personal tiene que prevalecer el bien común, ya que, de hecho, vivir en felicidad plena será absolutamente imposible de no ser lograda por toda la comunidad humana al mismo tiempo.

Grosso modo, esto es todo cuanto hemos desarrollado hasta ahora. Qué diferencia, de 3 entradas interminables a 2 párrafos no muy largos. Aún así recomiendo leer todo lo anterior y no conformarse con los resumenes: creo que esto es más para aclararme yo sin tener que leer todo palabra por palabra. Antes de seguir quería aclarar que algunos de los términos que estoy usando recurrentemente, como prójimo, bondad o moral, lo hago de forma totalmente ajena a cualquier religión. Primero y principalmente porque soy ateo, pero también, porque no quiero que se confunda lo que intento decir con algún tipo de mensaje religioso. Prójimo, por ejemplo, que es la que más puede traernos a la cabeza la religión cristiana, es una palabra que significa básicamente igual, o cercano. Es una muy buena forma de referir la relación existente entre todo Ser Humano. Aclarado esto y con el resumen en mente, seguimos con la pregunta que hacíamos ayer antes de dejarlo: ¿cómo hacer que otra persona sea feliz (y así, serlo yo por inercia)?

Estña claro cómo no se puede ser feliz: sufriendo. Ya sea de hambre, de frío, de dolor físico por heridas grandes o pequeñas, o por alguna enfermedad. De estos cuatro grandes problemas que pueden interponerse entre una persona y su felicidad, los dos primeros se solucionan de forma obvia: teniendo acceso a las necesidades básicas de nuestra especie, que son alimento, ropa con la que abrigarnos, ya que carecemos del pelaje del que gozan otras especies animales para cubrirse del frío, y una vivienda: además de carecer de una apropiada protección contra el frío, en términos físicos, nuestra especie se ha vuelto, debido a las comodidades de nuestros inventos, en una bastante frágil. El proceso evolutivo que hemos sufrido nos ha dejado sin defensa de ningún tipo contra posibles amenazas. Un León peleando contra un Hombre dará un resultado obvio; pero no así contra un pariente cercano nuestro, como un orangután, que nos gana de lejos en fuerza. Necesitamos un lugar donde refugiarnos por protección, amén de por frío y, como no, por comodidad: es desde luego más práctico tener un sitio estable al que volver cada noche y en el que se encuentren nuestras posesiones. Estas tres necesidades pueden cubrirse de manera relativamente sencilla. O más que pueden, diré que podrían, pero no me meteré más en ello porque es materia un tanto político-social y no es el tema que nos ocupa.

El problema viene más por las otras dos: el dolor de enfermedades y heridas. Las enfermedades es algo de lo que no se puede escapar: la ciencia puede avanzar cuanto quiera, pero siempre habrá gente enferma, sea por leves catarros o por enfermedades casi incurables. La diferencia está en si poder o no curar esas enfermedades, y en cuánto tardarán los tratamientos en funcionar. En cuanto a las heridas, es algo que no puede desaparecer mientras haya cualquier tipo de conflicto en el mundo. Lo mismo que con los otros dos problemas, cómo creo que pueden solucionarse no lo diré en esta entrada, aunque en cuanto a las guerras y demás lo he hecho en parte en estos días; solo diré que no se utilizan ni de lejos los medios necesarios a investigar en medicina, por un lado, mientras por el otro se destinan recursos cuasi ilimitados a evolucionar el armamento de los países.

El dolor y el sufrimiento seguirán existiendo en cualquier caso, ya que como sentimientos que son, son inherentes al Ser Humano. Pero la forma en que éstos se contemplen es lo que puede variar. Para empezar, no es lo mismo saber que un familiar ha muerto en un accidente del que nadie tiene la culpa, a saber que otra persona lo ha matado, porque en este segundo caso, el dolor degenera en odio hacia el homicida, y como ya hemos dicho, el odio llama al odio. Mientras que por otro lado, el primer caso puede llevar, como mucho, al llanto, y esto no es más que un problema menor. Además de eso, si en el resto de aspectos de la vida una persona es feliz, el dolor generado por algo así no afectará tanto como si, por ejemplo, la persona que tuviese que padecerlo viviese en la calle sin un lugar al que llamar hogar.

Sea como fuere, para llegar a esa felicidad de la raza humana en general de la que hablabamos, y en definitiva a un mundo mejor, es necesario seguir un proceso de concienciación social, que debe seguir uno por uno ciertos pasos. Y no digo que sean ineludiblemente estos, pero sí que pudiesen serlo. Me refiero a lo que hemos explicado hasta ahora: el darse cuenta que se debe actuar con ética en toda situación; ser capaz de comprender e incluso sentir sin padecerlo el sufrimiento de otra gente; hacer los sacrificios necesarios, siguiendo lo que dicta la ética, para que el sufrimiento de los demás desaparezca y con ello conseguir que todo miembro de la especie tenga a su disposición los mismos medios y derechos para tener sus necesidades cubiertas; y finalmente dejar de lado todo rencor, el sentimiento de odio, el rechazo, que lo único que siempre ha generado son más y más conflictos.

En cualquier caso, esto no es a lo que quería llegar al empezar esta auto meditación para nada. No pretendía dictaminar unos pasos a seguir para lograr un mundo mejor. Recuerdo que me inmergí en esto para tratar de explicar quién era yo, y lo que las críticas destructivas han afectado a mi forma de ver las cosas. Creo que la forma en que veo el mundo es algo que suelo expresar sin tapujos ya en las entradas más normales del blog, y tal vez sea aún más claro en esta. El problema es que por mucho que uno exprese sus ideales e intente explicarlos, y más aún cuando por medio de ellos intenta buscarse una, por así decirlo, solución al mundo, la gente no solo suele tacharlo de utopía, muchos, he de decir, sin saber siquiera lo que esta palabra significa, si no que para colmo de males, intentan infantilizar a quien lo hace, en el sentido de que quieren ridiculizarle por medio de frases como es que tú ves el mundo de color de rosa, o qué fácil lo ves todo. Esto último hace aún más gracia cuando quien lo dice, con firme convicción, ha tenido una vida de lejos más fácil que quien intenta buscar la forma de arreglar las cosas.

Y por eso, y ahora ya se puede decir que por fin está por acabar esta larga reflexión, empecé a divagar acerca de ética y de humanidad; del sacrificio y del sufrimiento. Porque no creo que alguien que ve los problemas de este mundo y aún así no dedica ni un momento a pensar en cómo podría mejorarse, porque esos problemas no le afectan directamente, tenga derecho a ningunear los intentos de ninguna persona, sea cual sea su edad, sexo, raza o ideales, de evolucionar el mundo hacia un futuro mejor. Así que de mi parte, y de todas las personas que como yo confían en poder lograr eso algún día, digo sin que me tiemble la voz, o las manos sobre el teclado más bien:

Voy a cambiar el mundo.

Como dije, esta, y las tres anteriores que está relacionadas, es una entrada de determinación. De valor y agallas para poder decir con certeza y sin miedo a equivocarme que aunque es una meta complicada y que requiere tiempo, y sacrificios claro, creo en mi mismo a pesar de todas las adversidades. Y que no soy un niño soñando imposibles sin bases en las que sustentarlos, si no una persona convencida de su capacidad que sin dejar de tener los pies en el suelo luchará hasta el final para que palabras como justicia o bondad recuperen el significado que hace largo tiempo perdieron. Y quiero empezar proponiendo algo sencillo y de lo que espero que gusteis en participar.

¿Os habeis percatado alguna vez que cuando vamos caminando por la calle, sobre todo si es solos, casi nunca vamos sonrientes? Si bien tampoco nos paseamos cabizbajos, sí que solemos llevar lo que podría denominarse cara de póker, o más coloquialmente, cara de palo. Hagamos un trato: durante todo el día de mañana, u hoy, según se mire; Domingo 13 de mayo en cualquier caso, cuando nos crucemos con alguien por la calle y esa persona nos mire, sonriámosla. Tal vez para muchos no signifique nada, pero para algunas personas, saber que no todo va a ir siempre mal puede ser un buen aliciente para seguir adelante, y una sonrisa puede ayudar a eso. Quién sabe, tal vez mañana te cruces con esa persona que necesita un empujoncito. Y aunque no te diga nada, estará agradecido por el gesto.

Bueno, creo que hoy al fin podré dormir tranquilo. Espero ver muchas sonrisas por la calle mañana, que además es Domingo, un día para disfrutarlo, ¡y más con las temperaturas que nos están viniendo!
A sonreir todo el mundo, y hasta la próxima entrada. Espero que en estos 4 días de reflexión os haya podido inculcar algo positivo, que es al fin y al cabo lo más importante. Gracias, a todos y por todo.


sábado, 12 de mayo de 2012

En busca de la felicidad


Yo soy... Tercera parte.

Recomiendo leer antes la segunda parte haciendo click aquí.
Sacrificio. Realmente, no es una palabra muy bonita. Se mire por donde se mire, viene a la mente una situación de sufrimiento. Y en parte es así, ya que un sacrificio implica la renuncia de un bien propio por una causa. Esta causa puede ser justa o no, aunque debiera serlo, pero lo que debe darse en todo caso es esa renuncia. Puede tratarse de renunciar a algo físico, como cuando tenemos un bien muy preciado por nosotros y lo entregamos a otra persona o entidad sabiendo que lo necesita más o simplemente por querer hacer feliz a la otra parte; o una renuncia a algo intangible. Éstas últimas suelen suponer un sacrificio por una causa, como por ejemplo renunciar a la apacible vida que tiene una persona en su casa con los suyos para irse a ayudar a gente más necesitada en países menos agraciados. También, suelen ser más dolorosas y más difíciles de acometer.

Hay gente que ha sacrificado incluso su vida por causas muy nobles. Otros lo han hecho por causas menos justas: muchos altos cargos nazis murieron por la causa de Hitler durante el Tercer Reich. Pero incluso en esos casos, la determinación, las agallas, el valor que hacen falta para un sacrificio de tal calibre es cuanto menos envidiable. No hay mucha gente que sea capaz de renunciar a tanto en pos de los deseos o sueños de otra persona. Un ejemplo claro sería la donación de órganos. Si bien no es pequeño el número de gente que dona sus órganos tras su muerte, aunque tampoco digo que sea el suficiente, es mucho, pero mucho menor el número de donantes en vida. Gente que desinteresadamente done un riñón, o una parte de su hígado, no es nada común la verdad. Y son sacrificios que ni tan siquiera se hacen a costa de la propia vida. Pero el dolor físico y mental que una acción de ese calibre puede acarrear echa para atrás a casi cualquier persona.

Es de entender pues que el sacrificio no sea algo muy recurrente en nuestra sociedad; pero solo hasta cierto punto. Porque entre dar la vida por alguien, y no dar ni un céntimo por nadie, hay un salto enorme. Me refiero obviamente a un céntimo metafórico: no ser capaz de renunciar ni a la menor nimiedad por el bien de otra persona, sea esta conocida o no. Para poner un ejemplo de un ínfimo sacrificio, tanto que casi ni lo es, pero que aún así poca gente, y rara vez, hace; ¿con cuántas personas os cruzais al día que os sujeten la puerta para que paseis primero? Sí, como sacrificio es una chufla, pero precisamente, si la gente no está dispuesta ni a algo como eso, ¿cómo esperamos que luchen, por ejemplo, los trabajadores por sus derechos hasta las últimas consecuencias? Hay que tener en cuenta que un sacrificio es un sacrificio, sea grande o pequeño, y que si no se está dispuesto al uno, tampoco al otro. De hecho, si no se está dispuesto a afrontar un sacrificio pequeño, menos aún a uno grande, que supondrá más esfuerzo.

El mayor problema, es que nos cuesta mucho renunciar a nuestro propio bien en favor del de otra persona. Creo que esto es algo que ya mencioné, en la primera parte de esta serie de entradas si no recuerdo mal. ¿Qué beneficio saca una persona sacrificándose por otra? En muchas, muchísimas ocasiones de hecho, la persona por la que uno se sacrifica no llega a saber nunca que alguien se ha sacrificado por ella. Quien se sacrifica no recibe ni un alago, ni una palmada en el hombro, ni un reconocimiento...nada. Su nombre cae en el olvido, su dedicación se desvanece con el viento. Qué poético me ha quedado esto. Y puede parecer un poco exagerado, pero es la verdad. ¿Sabéis eso que se suele decir que los auténticos héroes son personas anónimas? Soldados que mueren luchando por la justicia, bomberos que desafían a la muerte por salvar a otra persona...o simplemente, gente que da lo que sea necesario por ayudar a quien lo necesite. En cualquier caso, nunca, nunca se ha de buscar el reconocimiento cuando se trata de sacrificarse por algo o por alguien. Si no sale de uno, mejor no hacerlo, porque el gesto desinteresado pasa a ser un acto de egoísmo.

Es lo que pasa con la típica situación que siempre se plantea a alguien. ¿Qué haces si al ir a pagar en un sitio te dicen que el billete que tienes es falso? Siempre hay alguien que dice algo así como cuélaselo a otro, o qué crees, ¿que por dárselo al banco te van a dar una medalla? Pero por buscar la gloria y la admiración, han surgido asesinos como Richard Angelo, un enfermero que envenenaba a sus pacientes para después curárlos y quedar como un héroe. El único aliciente para sacrificarse por el bien de otra persona, es conseguir el bien para esa persona en sí mismo. ¿O no es su felicidad suficiente premio al esfuerzo dedicado a ella? Y si por lo que se lucha es por una causa, ¿no es lograr, o acercarnos a, el objetivo de la misma suficiente satisfacción? No todas nuestras acciones tienen que remitir en lograr nuestro propio bienestar. De hecho, es casi lo que menos debiera importar. Al fin y al cabo, aunque centrando tus acciones en el bien de los demás no puedas lograr un bien para tí mismo, si el resto actúa de igual modo, tú conseguiras el bienestar gracias a las acciones de los demás. Quid pro quo.

Al fin y al cabo, como ya dije ayer, humanidad sirve tanto para referir al conjunto de acciones de caracter bondadoso del ser humano, como para designar a la totalidad de la sociedad humana. Si para referirnos a ambas cosas usamos un mismo término, no es de extrañar que vayan de la mano. El Ser Humano necesita de la sociedad para realizarse como persona, y para lograr la felicidad. De esto se deduce que solo podemos lograr una plena felicidad si la logramos todos, como grupo, como iguales. ¿Cómo ser feliz cuando alguien con nuestras mismas facciones y rasgos está sufriendo día a día, cualquiera que sea el motivo de su sufrimiento? ¿Cómo puedo ser feliz sabiendo que hay alguien habitando el mismo punto en el universo que yo? Y aún más importante, ¿cómo puedo lograr que esa persona sea feliz, para serlo yo por inercia?

La respuesta, obviamente...la daré mañana. Porque ahora mismo estoy en una situación aún peor que la de ayer en cuanto a horas de sueño disponibles y demás. Creo que esta entrada no me ha quedado tan bien como esperaba, pero en cualquier caso, sigue sirviendo al propósito de llegar al final de este razonamiento, que creo llegará mañana, pero quién sabe. Las cosas se tuercen a veces, aunque en este caso, se torcerían para bien si consiguiese alargar más el contenido.

Así que nuevamente, buenas noches, y mañana seguimos.

viernes, 11 de mayo de 2012

Conoce a tu enemigo, o mejor aún, no lo tengas


Yo soy... Segunda parte.

Recomiendo leer antes la primera parte haciendo click aquí.
Humanidad.
(Del lat. humanĭtas, -ātis).
4. f. Fragilidad o flaqueza propia del ser humano.
5. f. Sensibilidad, compasión de las desgracias de nuestros semejantes.
6. f. Benignidad, mansedumbre, afabilidad.

DRAE.

Parece que básicamente, es algo ligado a los sentimientos. La palabra humanidad, en una acepción diferente, también significa la totalidad de los seres humanos, lo que los ingleses denominan mankind.¿Y qué diferencia a nuestra especie del resto del reino animal, si no son los sentimientos? Los sentimientos complejos, quiero decir: compasión, respeto, humildad, esperanza, admiración, etcétera. En definitiva, casi todos son los relacionados a la empatía. Aunque la empatía podría definirse como un sentimiento per se, en mi opinión, no lo es, ya que la empatía implica mucho más de lo que una mera definición de la misma podría darnos a entender. La empatía es aquella capacidad de conectar, por decirlo de alguna manera, con otro miembro de la especie. Muchas veces se simplifica como ser capaz de sentir lo que siente el otro, el prójimo por decirlo de alguna manera, o como ponerse en su lugar. Es una buena definición en realidad, pero como digo, abarca más que eso.

¿Alguna vez has pensado en la muerte de un ser querido? Me refiero a pensar en ello realmente, en visualizar mentalmente el momento en que, delante tuyo, esa persona se apaga poco a poco hasta que finalmente...lloras. Y no me refiero a que lo haces en la imagen que tu imaginación proyecta, si no a que lo haces en realidad. Eso es empatía también, aunque realmente solo estás poniéndote en el lugar de tí mismo en una situación diferente.

¿Nunca has imaginado estar en el ejército? Ser asignado a un país en conflicto constante, ir con tu pelotón avanzando por una ciudad, eliminando la resistencia que obviamente se os antepondrá, acorralar al enemigo, tener que pegarle un tiro viendo cómo te mira a los ojos mientras lo haces, y...el mismo resultado.

Yo he hecho ambas cosas, amén de muchas situaciones más. La verdad es que desconozco totalmente si es algo normal pensar en este tipo de cosas, porque no es algo de lo que uno hable normalmente. Seguro que a más de uno os ha pasado que alguna vez habéis pensado ¿y si me invento un monólogo? Y recordando los monólogos que hayais visto, veréis como el cómico intenta conectar con el público hablando de cosas que a todos nos han pasado, así que empezais a pensar en situaciones que todo el mundo ha sufrido alguna vez, pero...a la mitad, os parais a pensar, ¿y si en realidad sólo me pasa a mi, y lo veo tan normal que pienso que todo el mundo ha estado en esta situación? Pues esto es lo mismo, es algo de lo que no se habla normalmente con la gente, por lo que es difícil saber si uno lo hace por lo común que es en la conducta humana o porque es su forma de ser. Pero en cualquier caso, aun si éstas situaciones de, digamos, autoempatía son frecuentes en la imaginación de la gente, estoy casi seguro de que la frecuencia es mucho más escasa si hablamos de ponerse en la situación de ese que, mirándonos a los ojos, recibe el disparo.

¿Qué se puede sentir empatizando con él? Sí, llorar, es probable que también se llore. Pero, ¿del mismo modo? No todo llanto es igual, y solo hace falta un ejemplo para confirmarlo: las lágrimas de alegría. Así que, ¿qué diferencia hay? Creo que al estar disparando a alguien de ese modo uno se entristecería mucho, pero difícilmente sentiría compasión por la persona. Es decir, si sintiese compasión, el disparo no se produciría; de producirse, no se sentiría compasión. Sin embargo, el sujeto víctima del disparo es probable que sienta compasión. Suena raro, pero me explico: disparar a alguien, a quien realmente no conoces y por tanto no sabes si es una buena o mala persona, a bocajarro, mientras sus ojos están clavados en los tuyos, tiene que ser muy duro. Es algo que, de seguro, esa persona recordará por el resto de su vida. No podrá olvidarlo y, con frecuencia, le atormentará. Y es de ese sentimiento del que se puede sentir compasión, del saber que es algo que afectará a esa persona.

Son raros los sentimientos, ¿no? Que se pueda sentir más compasión de alguien que va a matar a otra persona, que de qiuen va a morir a manos de ésta...claro que solo es mi visión de los hechos. Pero creo que la lógica está de mi lado en ello.

Creo que la empatía es realmente muy importante. De hecho, creo que es una de las maneras, si no la única al menos la mejor, en que se puede lograr la paz. Porque si no puedo ponerme en la situación de quien perecerá en una guerra, ¿qué puede importarme que ese conflicto acaezca, tenga lugar, si no me siento en peligro alguno? Si no soy más que un alto cargo que dirige a los soldados desde la tranquilidad de su país y su casa, sabiéndome seguro y no pensando en aquellos a quienes tengo bajo mis órdenes, ¿por qué no iba a decidir ese ataque conociendo las riquezas que pueden arrebatársele al enemigo en él? ¿Véis a lo que quiero llegar?

En ocasiones, en política internacional, se habla de los incomprensibles ataques de este o aquel grupo terrorista, o grupo armado simplemente. Pero luego, cuando una persona de importancia sufre una agresión de alguna manera, ya sea por un atentado fallido, un secuestro de alguien cercano a él o algo similar, lo primero en lo que se piensa es en tomar una represalia. Vale, pondré un ejemplo muy claro, aunque pueda resultar doloroso. Las torres gemelas son derribadas alcanzándose una enorme cifra de muertos en el centro de una de las ciudades más importantes de la civilización humana. ¿Cuánto tiempo pasó desde el choque del avión, hasta el primer bombardeo en tierra del enemigo? ¿De verdad es tan incomprensible que ataquen con tanta violencia a los ejércitos de ocupación o incluso a los cascos azules cuando hemos asediado su tierra, su familia, su cultura de forma tan aplastante? ¿En qué modo no es exáctamente la misma situación? También, es por esto por lo que la guerra solo genera más guerra. El odio llama al odio. Es inevitable. Cuando una persona odia a otra, la otra acabará odiando a la una, por inercia. Salvo que prefiera evitar caer en el odio y sea capaz de perdonar a su odiador, y así frenar una cadena de otro modo interminable.

Un ejemplo más claro de esto último que he explicado de forma un tanto enrevesada. Estamos discutiendo muy airadamente con alguien, y esa persona, en un punto, nos suelta un puñetazo. ¿Qué hacemos? O mejor dicho, ¿qué sería lo lógico hacer, lo que te viene por inercia? Devolver el golpe, y a poder ser, superarlo. Es decir, no quedarte siquiera en un ojo por ojo, sino buscar una venganza después de ello. Muy bien. Ahora, y aplicando una empatía tan sencilla que hasta un niño podría explicarlo, ¿qué va ha hacer la otra persona después de sufrir lo mismo que sufriste tú? Pues lo mismo que hiciste tú tras sufrirlo. Obvio.

Claro, ¿y por qué he de tragar yo, perdonándole y dejando que me gane? Ah, ahí esta lo complicado. Se llama sacrificio. Y así...lo dejamos por hoy

Sí, es un fastidio, pero tengo que cortarlo aquí por dos...o más bien tres motivos: primero, que esto se ha alargado bastante, y sé de buena tinta que la gente no lee mis extensísimas entradas; segundo, que si ahora mismo me quedase dormido tendría 5 horas para dormir, y aún tengo que editar el texto y desperdigar los links; y tercero, que la palabra sacrificio, como ayer la de humanidad, va a dar para hablar bastante, así que esto se haría extenso en demasía. De hecho podría dar otro motivo, el mismo que ayer: así me obligo a seguir escribiendo mañana, y mantengo el blog un poco más activo.
Sé que iba a hablar de humanidad y al final a penas lo he hecho, pero en cierto modo sí, al reducir el sentido de humanidad a la importancia de la empatía. De todos modos, volveré a ambos términos más adelante. Me parece que aún queda bastante para llegar a donde quería cuando empecé con esto ayer. Espero que al menos no defraude...

Pues lo dicho, como ayer: buenas noches y mañana seguimos.

jueves, 10 de mayo de 2012

Una pequeña parte, o tal vez una parte pequeña


Yo soy... Primera parte.

Últimamente he estado pensando bastante. Y no es que normalmente no lo haga: en realidad, pensar es una de las cosas que más me gusta hacer. Puede que parezca una tontería, pero realmente, pensar no es algo que hace cualquier persona. No quiero decir con esto que hay gente descerebrada, ni tampoco que crea que el resto de la gente no piense en su día a día. Me refiero a que hay poca gente que se pare a reflexionar. Que deje lo que esté haciendo para tomar como dedicación el pensar sobre algo, algo profundo, no vanidades.

La verdad, es que es algo que siempre me ha hecho sentir especial. Pero ojo, que especial no significa ni mucho menos mejor. No me considero mejor que nadie, aunque mucha gente me lo ha dicho. La verdad es que, por mi forma de ser y mi filosofía de vida en varios aspectos, he tenido que aguantar bastantes y diversas vejaciones y hasta insultos. Por ser comunista, me han reprochado el tener bienes; por ser reflexivo, me han echado en cara que voy de listo; por ser solitario, me han dicho que si soy de esos a los que les gusta sufrir. Y todo vuelve siempre a un círculo vicioso, porque por mi gusto por pensar, cada cosa que me ha dicho la gente me ha hecho replantearme aquello que me recriminaban. ¿Seré capitalista? ¿Seré vanidoso

Pero con el tiempo, y a base de precisamente replantearme todo una y mil veces, llegué a una conclusión. Porque lo que busca al final la gente es ponerte a prueba, meterte en una jaula y observarte con microscópico, confirmar si eres como tú mismo te defines, o comprobar si todo es mentira. Así que la pregunta a la que la misma gente que quiere desmoronarme me ha hecho llegar, y la que creo que todo el mundo debiera hacerse es, ¿quién soy? Encontré que la respuesta era muy sencilla. Y que a diferencia de en otros aspectos, es una respuesta que nadie podría refutarme. Porque se trata de la más pura verdad.

Yo soy...quien soy.

Estoy seguro de que más de uno se ha sentido impotente alguna vez. Esa sensación de que, intentes lo que intentes, nada va a salir bien. O peor aún, de que no vas a lograr tu meta. Lo que siente un escritor cuando nada le viene a la cabeza para terminar su obra; lo que siente un estudiante al tener delante un examen y darse cuenta que ni entiende las preguntas; lo que sienten unos padres cuando ven que su mala situación económica afectará a sus hijos; lo que siente una persona tras ver morir a un ser muy querido. Sentir que no puedes solucionar un problema, que una situación se te escapa de las manos. Sentir, que no tienes fuerzas para seguir. ¿En quién confías entonces? Pensándolo bien, cuando uno realmente necesita el apoyo de alguien, ¿tiene a ese alguien a su lado? Siempre se dice que cuando dos personas se entienden de verdad, no necesitan ni hablar; y que los verdaderos amigos están en las buenas y sobre todo en las malas. Pero, ¿cuántos hemos estado en esa situación en que estamos con esa persona que de verdad nos entiende, y su silenciosa compañía nos reconforta en ese duro momento? Eso que vemos tantas veces en películas, ¿pasa realmente?

Por eso la respuesta es, como dije, simple verdad. Porque la persona en la que uno debe contar cuando necesita a alguien no la encuentra fuera de uno mismo. Porque por difícil que sea el obstáculo, nada ni nadie nos puede ayudar más a superarlo que nuestra fuerza de voluntad. Nosotros mismos somos la solución al problema. La confianza en uno mismo lo es todo...

Sé que parece que esta entrada no tiene mucho sentido. ¿A qué viene todo esto, que parece más un mensaje religioso que ninguna otra cosa, hablando de la fuerza interior de uno mismo y chorradas así? Pero es que no es ahí a donde quería ir a parar. Esta es más bien una entrada...de determinación. Es una entrada para decir sin tapujos algo que llevo guardado dentro de mi. Y es algo que no hago muy a menudo, así que más vale prestar atención, bueno, si es que se tiene un mínimo de interes por lo que pueda decir.

Como dije antes, desde que tengo uso de razón prácticamente, a mis ideales y filosofías, que por cierto he de decir que he ido puliendo pero no cambiando con el paso de los años, le han saltado al paso las críticas de, la verdad, bastantes personas. Para colmo, la mayoría ha hablado siempre sin conocimiento de causa, sin plantearse siquiera si realmente su crítica estaba fundada. Lo que se suele denominar, joder por joder. Y esto a alguna gente no le afecta lo más mínimo. Pero a alguien que prefiere sentar unos principios y vivir en base a ellos, y que encima está constantemente planteándose lo que es bueno y lo que no, sí. La verdad es que siempre me ha costado entender a esa gente que deja pasar su vida sin preocuparse por pensar siquiera en lo que es tener principios. Aunque en realidad, es la mayoría de la gente la que vive así. Y no es esa gente a la que tachamos de despreocupada, no. Es gente que actúa sin saber por qué. No, no es esa gente de la que se dice, actúa por instinto, es...bastante más complicado que eso. Es realmente muy difícil explicarlo, pero realmente muy fácil identificar a esa gente. Y trabajando de cara al público, lamento decir que la gran mayoría de la gente es así.

Yo me pregunto, ¿cómo puede alguien hacer...algo, cualquier acción por nimia que sea sin plantearse si está bien o mal? Pero claro, antes cabe preguntarse, ¿qué está bien y qué está mal? Tuve una discusión muy grande con una persona, hace un tiempo, al respecto. Y es que yo le insistía en que todos debiéramos actuar con ética, y esa persona me decía que lo que pasa es que para ella podía ser ética una cosa que para mi no. Entiendo lo que me quería decir, pero no sabía cómo demostrarle que no tenía razón. Y creo que ahora tampoco sabré hacerlo. ¿Pero es que puede ser la ética realmente algo que dependa de la persona? ¿Puede ser ético para alguien matar a otro, aunque para mi no lo sea? Creo que eso no es ética, sino normalidad. Normalidad, en tanto a que para esa persona puede ser algo natural, algo cotidiano, algo que no supone un problema. Si esa persona que mato no soy yo, ergo yo seguiré estando bien, ¿qué problema hay en terminar su vida? Eso puedo aceptarlo. Pero decir que por qué no va a ser moral que yo decida cuándo ha de acabar la vida de ese sujeto, no. Porque lo ético han de ser aquellas acciones que sean buenas, y la bondad solo puede darse cuando no suponga dolor para nadie.

Estamos llegando a lo que quería, pero aún queda un poco. Hace poco en otra entrada puse a los lectores a prueba, por decirlo de alguna manera. ¿Qué pasaría si tuviese que elegir entre mi muerte y la de una persona muy querida? La pregunta tenía más miga que eso, por la situación que se planteaba, pero no viene al caso repetirla por completo. Lo importante es que mi buen amigo, y compañero de armas por así decirlo, en tanto que el arma es boli y papel, o teclado y blog, Henry J. White, me dió una muy buena respuesta, que tampoco voy a repetir. El caso es que su respuesta denotaba una bondad que raro es ver en la sociedad en la que vivimos. Claro que hay que tener en cuenta que no es lo mismo plantearse una situación a vivirla realmente, pero estoy seguro que en su caso, haría realmente lo que imaginó que haría. El caso es que incluso si solo se trata de imaginar la situación, si fuese sincera, la mayoría de la gente elegiría la opción menos bondadosa. Se que así planteado, parece raro, así que diré lo mismo con otras palabras: elegiría la opción que más le beneficiase a ella misma.
Y eso, evidentemente, no es ético.

Cuando veo una noticia de otra mujer víctima de la violencia de género, lo primero que me viene a la cabeza, mi primer pensamiento, es siempre ¿por qué? ¿Realmente puede haber un motivo por el que una persona deba matar a otra? Siempre, siempre hay otras alternativas. Puede que sea un ejemplo muy infantil, quiero decir, en comparación con los problemas realmente serios que hay a lo largo y ancho de este mundo en que vivimos, pero siempre prefiero ejemplos fácilmente explicables a ejemplos que luego no sea capaz de desarrollar con palabras. ¿No puede una persona harta, no cansada sino harta, de su pareja simplemente dejarla? Aunque tenga que quedarse en la calle, o incluso, aunque tenga que dejar a su pareja en la calle impidiéndole volver a casa, incluso si fuese suya, ¿no es una opción con el mismo resultado, pero mejor? Seguiría sin ser la opción más bondadosa, pero sería una solución considerablemente más buena, ¿no?

¿Y cuando en las noticias hablan de los atentados o tiroteos con, en ocasiones, centenares de víctimas, que ocurren casi a diario, solo que en lugares muy lejanos a donde la mayoría de la gente que pueda tener acceso a esto vive? ¿Cómo puede alguien sobrellevar eso, o escucharlo sin inmutarse? ¿Cómo pueden verse imágenes de niños con miembros amputados, adultos hechos pedazos, ancianos totalmente quemados, sin pensar, e imaginar en el lugar de esa gente a una persona importante para nosotros? ¿Cómo se afronta la realidad de las guerras sin derramar una lágrima? No, no es una pregunta de tantas. Si alguien sabe cómo, desearía saberlo. Vaya, me acabo de dar cuenta según escribía esa última frase, de que he mentido. La verdad es que no desearía poder permanecer impasible ante esos hechos. ¿Será que quien soy es realmente uno de esos a los que le gusta sufrir? Como ya dije, me gusta ir puliendo, evolucionando mi filosofía de vida, mis principios. Y os aseguro que esta pregunta me ha venido a la mente ahora mismo. Pero mejor me respondo ahora mismo también: no. Simplemente, no quiero perder mi humanidad. Mira, parece que esta pregunta me ha venido mejor de lo que esperaba, porque ahora puedo tomar un camino un poco más largo para llegar al final de todo esto, y hablar de la humanidad. En cierto modo, ya tenía pensado hacerlo, pero no de la forma en que me ha salido al paso ahora. Habrá que esperar un poco más para llegar al quid de la cuestión. De hecho, habrá que esperar un día, porque como veo que esta entrada es ya lo suficientemente larga, creo que mejor la continuaré mañana, pero publicaré lo que llevo escrito hasta ahora.

Así de paso, me obligo un poco a mi mismo a seguir escribiendo mañana. No me gusta tener el blog tan abandonado...
Buenas noches, y seguimos mañana.